Adolescencia y migración: crecer entre dos mundos
En el episodio de hoy, tuve el placer de conversar con Beatriz, una amiga que emigró de Cuba a Europa siendo adolescente. En esta charla, nos sumergimos en lo que significa atravesar una de las etapas más sensibles de la vida, la adolescencia, en un país extranjero, con todo lo que eso implica en términos de adaptación, identidad y emociones.
Beatriz llegó a Holanda a los 15 años, un momento clave en su vida en el que ya había empezado a forjar amistades, a descubrir sus intereses y hasta a enamorarse por primera vez. Recuerdo cómo describía ese choque al ser arrancada de su entorno en Cuba para ser lanzada en un lugar completamente distinto, donde todo, desde el clima hasta el idioma, le resultaba ajeno. “Llegué a una escuela donde no entendía nada de lo que decían, y el primer día fue un trauma total,” me contó. Para muchos de nosotros, que emigramos siendo adultos, el reto ya es grande, pero para un adolescente que aún está en formación, ese cambio puede sentirse devastador.
Uno de los momentos más impactantes de la conversación fue cuando Beatriz habló sobre el día en que volvió a Cuba después de haber vivido en Europa. A su regreso, la realidad cubana le resultó desconcertante, como si se hubiera alejado tanto de su propio país que ya no encajaba completamente. “El 24 de diciembre en mi casa se comió romerillo,” me dijo, recordando la Navidad en la que no había nada más para poner en la mesa. Esta experiencia encapsula la dualidad que muchos migrantes sentimos al volver a nuestras raíces: la nostalgia por lo que dejamos atrás, mezclada con la comprensión de que nuestra vida ha cambiado para siempre.
Durante la charla, discutimos la importancia de aceptar las nuevas realidades, pero también de seguir adelante con nuestras metas. Beatriz ha vivido en varios lugares, desde Holanda hasta Tenerife y Madrid, y me confesó que algo que siempre ha llevado consigo es la idea de aprovechar cada etapa de la vida al máximo. “Cuando estoy en un lugar, me enfoco en lo que ese lugar tiene para ofrecerme,” dijo. Esa mentalidad le ha permitido adaptarse a diferentes entornos, pero también apreciar lo que cada uno de ellos le brinda, ya sea la comida, la cultura o simplemente la posibilidad de caminar y explorar.
Un aspecto clave que surgió fue el papel de los padres durante el proceso migratorio de los adolescentes. Beatriz compartió lo importante que fue el apoyo y la paciencia de sus padres, quienes, a pesar de verla llorar y pasar por momentos difíciles, confiaron en que la decisión de emigrar era la correcta. Esto es un recordatorio para todos los padres que emigran con hijos adolescentes: aunque el proceso sea difícil, la perseverancia y el apoyo emocional son cruciales para que sus hijos puedan adaptarse y encontrar su camino.
Para cerrar, me gustaría hacerte una pregunta: ¿cómo fue tu experiencia migratoria durante los primeros años? Si emigraste con hijos, ¿cómo viviste su proceso de adaptación?
Te invito a escuchar el episodio completo para conocer más sobre la historia de Beatriz y los desafíos únicos de emigrar en la adolescencia. ¡No te lo pierdas!