Cruzar fronteras: más allá del viaje físico
En el episodio de hoy, me siento con Yila, una amiga muy querida que emigró de Cuba hacia Estados Unidos, atravesando una travesía compleja y emocionalmente desgarradora. Hablamos sobre su historia y lo que implica dejarlo todo atrás, tanto en lo físico como en lo emocional. Hoy, reflexionamos sobre los desafíos, los sueños y las realidades que acompañan la experiencia migratoria.
Recuerdo mi primera noche en Madrid, donde el vacío de mi nueva realidad se sentía más pesado que mis maletas. Esa sensación de estar entre dos mundos, sin pertenecer del todo a ninguno, es algo que todos los migrantes conocemos bien. Y cuando escuchaba a Yila contarme su historia de cruzar países y fronteras a pie, no podía evitar pensar en cómo, aunque nuestras rutas fueran distintas, el duelo migratorio siempre nos encuentra. Yila me dijo algo que resonó profundamente: “Los migrantes siempre estamos incompletos, nunca estamos del todo en ningún sitio.” Esa frase resume lo que tantos sentimos.
En nuestra conversación, Yila nos lleva por su odisea desde Cuba hasta los Estados Unidos, pasando por Nicaragua, Honduras, Guatemala y México. Una travesía de 25 días, cargada de incertidumbre y peligros, que emprendió junto a su esposo y su hija pequeña. Hablaron con su hija sobre los riesgos, preparándola mentalmente para el viaje. Algo que me impactó fue su decisión de involucrar a su hija en la planificación emocional del viaje, enseñándole vídeos de otras travesías para que supiera qué esperar. Ese nivel de consciencia sobre la dureza del camino me hizo admirar la fortaleza y resiliencia que los migrantes desarrollamos en circunstancias extremas.
Durante la entrevista, discutimos temas como la desesperación que empuja a tomar decisiones difíciles, el papel fundamental de la fe en momentos de incertidumbre, y la importancia de los lazos familiares. Yila me recordó cómo, a pesar de todo, su familia nunca consideró dejarse atrás el uno al otro. Siempre fueron juntos, porque, como ella dice, “siempre pobres, pero juntos.”
Esta historia de cruzar fronteras refleja algo mucho más profundo que el simple acto de emigrar. Es un recordatorio de que la migración no solo trata de moverse de un lugar a otro; es una transformación interna que desafía nuestra identidad y nuestra visión del futuro. Cuando te enfrentas a la incertidumbre, te aferras a lo que puedes controlar: tus sueños, tu familia y, a veces, la fe en que todo, de alguna manera, estará bien.
Quisiera terminar con una reflexión: si bien cada historia migratoria es única, hay algo que nos conecta a todos los que hemos dejado nuestro hogar. ¿Cómo reconstruimos el concepto de “hogar” después de haber cruzado tantas fronteras, tanto físicas como emocionales?
Te invito a escuchar este episodio completo, donde exploramos estos temas con más profundidad y compartimos historias que, como la de Yila, nos recuerdan que la travesía no termina cuando llegamos, sino que apenas comienza. ¡No te lo pierdas!